Lo extraordinario de confiar en Dios

24.07.2024

La vida es la mejor luchadora. Como ella golpea, nadie golpea. 

Aunque somos conscientes, en una mayoría de lectores, de que Dios "tiene el control", resistimos a la mayoría de embates de la vida sacando de la fórmula que Jesús es el camino, la verdad y la vida, y que si la vida golpea fuerte, ese golpe podría ser del mismo Jesús, porque dice la Palabra en Job 5:18-20: 

"Dios hiere, pero cura la herida; Dios golpea, pero alivia el dolor. Una y otra vez vendrá a ayudarte, y aunque estés en graves peligros no dejará que nada te dañe"

Cuesta mucho entenderlo, cuesta mucho asimilarlo, cuesta mucho relacionar a nuestro amoroso Padre celestial con el mismo que nos genera el quebranto, pero no por injusticia o porque tengamos un Padre implacable, sino porque, como está escrito en Salmos 34:18, "Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu". A Dios le importa de tal modo nuestra salvación que él nos aflige a lo sumo para que nuestro corazón deje de medir razones.

¿Te ha pasado que son tantas las injusticias que sufres, una tras otra, que quedas sin defensa e incluso sin defensor en esta tierra y la única salida que tienes frente —aunque sea un tormento a tu alma— es desechar la lista de problemas porque no hay modo de reclamarlos uno a uno?

Hablo de abusos reales, faltas de respeto comprobables, maltratos con base: no me refiero a berrinches o problemas egoístas. Hablo de situaciones dolorosas que generan frustración, hablo de injusticias que enferman de ira con argumentos fidedignos que pueden contabilizarse uno a uno en tu mente, hablo de pensamientos recurrentes, de conversaciones interminables contigo mismo que te arrastran sin permiso hacia la amargura, que te convierten en una persona desagradada y desagradable, hablo de las injusticias que te arrojan a la soledad donde pierdes la cuenta de la serie de abusos y decides enfadarte por todo porque ya no hay argumentos suficientes para abandonar aquella oficina de reclamos que ya no tiene recepcionista y que por algún motivo misterioso ha hecho que todos esos argumentos pierdan poder de ser reclamados.

En esa oficina de reclamos emocionales, de repente, parece que ya nadie quiere hablar de problemas viejos, aunque hayas luchado por ser escuchado desde el primer día. Es porque la naturaleza general del mundo hacia el abandono de los problemas con el paso del tiempo es parte del diseño que Dios dio a esta tierra, pero no para dejarlos sin resolver sino para ahogar los juicios humanos. 

La justicia de Dios implica una sola cosa: que todo pasará. 

Nosotros decidimos si usamos los pocos momentos que tendremos de atención en medio de un conflicto para pelear con la vida o para dar un vuelco extraordinario hacia la libertad antes de que la misma sinergia haga desaparecer la crisis.

Es cierto, el escenario de la vida puede llenarse con problemas que otros te han causado a ti, pero aunque intentes gritar, simplemente nadie los escuchará todos, nadie lo mirará como tú lo haces porque esta vida finalmente está diseñada para "perdonar y ser perdonados". La gente, incluso la que más te ama, tiene otras cosas que hacer y debe continuar su camino, y es cuando da esa extraña e incómoda impresión de que el mundo entero te da la espalda uno a uno porque es momento de contestar los teléfonos, atender a las familias, comer, dormir, trabajar o ser felices.

La misma dinámica de la existencia te deja solo, sentado en esa corte imaginaria donde luchabas tus demandas, y el único Juez que se queda contigo hasta el final es Jesús, quien después de mucho escuchar tiene una sola sentencia para ti: 

«perdona como yo te he perdonado para que mi Padre te perdone cuando estés frente a él».

«Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste. Sea ahora tu misericordia para consolarme, conforme a lo que has dicho a tu siervo". Salmos 117:75-76

Una vez que logras ver que el autor intelectual de aquel proceso es tu propio Padre celestial y tu Señor, el problema debería de perder validez y tus armas contra él deberían bajar, porque ya es evidente que no es un enemigo, sino tu más grande Amigo quien te ha afligido para ganar no solo tu atención sino tu alma para la eternidad.

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