“Cuándo Dios sabe y cuándo Dios oye”

24.07.2024

Dios reacciona diferente ante lo que sabe y ante lo que escucha de nosotros.

Dios sabe todo, y no necesita de nosotros para enterarse. Dios escucha todo y no necesita de nosotros para oír, pero hay una abismal diferencia entre lo que Dios sabe de nosotros porque es Dios, y lo que conoce de nosotros porque le hablamos como hijos y amigos.

Para ser un poco más explícita sin alejarnos mucho de la orilla porque no es nuestro rumbo aún, tengo impregnados mis huesos de lo que significa orar, tengo una fracción bien densa que me permite autocuestionarme acerca de cómo lo hago y cuánto lo hago. 

¿Has sentido en tus adentros que hay un mundo nuevo de oración que te llama desde lo más profundo de ti? 

Cuando termine ese viaje dentro de mí, les llevaré conmigo y hablaremos sobre esto, por ahora, hagamos este recorrido: Dios reacciona de maneras diferentes ante lo que sabe y lo que escucha.

Dice su Palabra que él nos conoce desde antes de la fundación del mundo, y en lo particular siento un profundo amor por él cuando leo la joya del Salmo 139, donde él nos explica como Papá que nos ha visto desde el vientre y que cada uno de los días de nuestra vida ya está escrito en su libro, es decir ¿qué podría escaparse del conocimiento de nuestro Creador?

El mismo salmo dice que él está presente en cada rincón de la Tierra, incluso en el Seol, pues no hay lugar donde podríamos huir de su presencia. Las horas y el tiempo de la vida, todo contiene a Dios, él está en el día pero también está en la noche. Es decir, que sin excepción, él lo conoce todo y que la verdad es que más que él estar presente en todo, todo está presente en él (Romanos 11:36).

No hay algo que el Señor desconozca, él nos conoce y a nuestros pensamientos también.

Todo lo que pensamos, él ya lo conoce de antemano, inclusive su Palabra en el salmo antes mencionado habla que él conoce nuestra oración antes de que llegue a nuestra boca y luego a sus oídos. Dios sabe lo que diremos, y él reacciona ante lo que sabe de un modo muy particular y es: esperando.

2 Pedro 3:9 nos explica cómo él no retarda sus promesas sino que espera pacientemente a que nos arrepintamos para que ninguno de nosotros se pierda y todos alcancemos vida eterna. El Padre espera porque sabe. ¡Piensa un instante! ¿qué es lo primero que haces cuando te arrepientes? ¿Cuál es tu primera acción al reaccionar ante el pecado que estaba oculto dentro de tu corazón y que no podías ver, una vez que ya está claro para ti?

Lo primero que hace un corazón arrepentido es pedir perdón; hablar con Dios al respecto.

Un corazón arrepentido se mueve a humillación con sencillez. Una persona arrepentida, ora. Es decir, que Dios, aun sabiendo nuestras necesidades, espera con paciencia la única acción que nos mueve a la reacción de orar y es el arrepentimiento. Una consciencia diariamente arrepentida es la consciencia de un hombre o una mujer que ora. 

Dios reacciona muy diferente ante la oración, que ante el conocimiento espontáneo solo por ser Dios.

Esta ruta de la verdad que es el arrepentimiento, sumado a Su paciencia y nuestra oración, nos muestra que Satanás, para atacar la oración, ataca nuestra consciencia de arrepentimiento, buscando engañarnos a diario haciendo parecer aciertos nuestros errores y buscando posponer nuestro encuentro con el Espíritu, que según 2 de Timoteo 2, es el único que nos concede el arrepentimiento que es un don divino y no una conquista humana por muy buena que sea. Solo el Espíritu Santo otorga, obsequia el arrepentimiento.

Lo que el Padre valora de nuestras palabras es nuestra decisión de decirlas y el esfuerzo que hacemos en elaborar un discurso honesto.

Por eso Dios recibe gozoso un tiempo preparado, ataviado, perfumado para él, porque para él un verdadero regalo no es el contenido de nuestra oración sino la calidad de la envoltura, es decir, la intención voluntaria de involucrarlo en nuestras vidas. No se trata de orar de madrigada, sino el valor que él le da a la hora en que expresamos nuestros esfuerzos por comunicarnos con él. El cuándo y el cómo nos pertenece a nosotros, y todo lo demás le pertenece a él.

Así que nos queda claro que lo único que podemos negarle a Dios no es la información, sino el placer de dársela premeditadamente.

Él es el verbo mismo, es decir la Palabra, él es el Alfa y la Omega, es decir que es el tiempo, él es el mismísimo Amor; esas son dimensiones de la creación del universo porque él es esas dimensiones. 

Al revisar la Palabra verás que Dios respondió a Ana, a Esther, a David, a Gedeón, a Pedro, a Moisés, a Juan y a todos, no cuando el problema empezó, sino cuando ellos pusieron sus situaciones en oración. 

Lo que Dios sabe depende de él, lo que Dios escucha depende de nosotros, pero lo que Dios hace depende de los dos.

Para Dios, que es Padre, significa todo — por tratarse de la restauración de nuestra comunión y comunicación con Él — nuestro discurso, que es lo que preparamos para hablarle, porque Suya es la verdad. Es por ello que lo que le decimos al Padre en oración en realidad no lo hacemos para informarle algo sino para ser sus amigos, pues, ya toda la información de este mundo le pertenece. Todos nuestros pensamientos ya le pertenecen a Dios porque suya es toda mente humana (aunque no todas estén a su servicio) y todo lo que en las mentes habita ha llegado primero al cielo que a nuestro propio corazón, y mucho menos a nuestra boca. 
Porque Dios sabe, Dios espera con paciencia, pero
cuándo Dios escucha, Dios responde de inmediato.

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar