¿Cuántos somos?

24.07.2024

Somos muchos, podríamos responder si pensamos en gente que cree en el amor, en la fe o en los sueños.

Me importa la unidad, porque mis ojos se han abierto a los daños de la división. Tener heridas de división es parte de la vida, porque la división es concebida en el «yo» como el argumento más importante de una predicación.

Las acciones a defender el «yo» son, en gran manera, uno de los instintos más fuertes en el ser. Con los años, mi opinión contiene esta idea: tenemos un enorme y natural miedo a ser vulnerados, y defendernos es una enorme y natural reacción.

Ahora, el punto en sí está en aprender a identificar, con el paso por la vida, qué es una amenaza y qué no lo es, para qué debemos soportarnos y qué no debemos soportar, pero son tantas las opiniones personales separadas de la verdad de Dios que puede convertirse en un laberinto sin salida definir cuál es el camino correcto a la hora de usar la palabra «yo».

La respuesta a la pregunta del título «¿cuántos somos?» puede ser muchos, pocos o algunos, pero la verdad bíblica a esta pregunta tan abierta es: todos. Somos todos.

Por todos Dios se colocó el nombre de Jesús, por todos la Sangre de Cristo está derramada, por todos la Gloria de Dios está accesible, por todos la gracia cubre cada pecado, por todos el perdón es continuo, y esto no es discutible aunque no todos deseen responder al regalo de la salvación eterna.

La Palabra de Dios es clara en el hecho de que el Padre no hace acepción de personas, y por eso, aunque las comunidades son la base de toda sociedad, y que debemos enfocarnos en personas específicas según las necesidades infinitas en nuestras vidas, es un error permitir la división de nuestra parte cuando todo apunta a enemistarse con personas, comunidades, regiones o incluso países.

La unidad es la cuestión, y ella no camina con actitudes heroicas apuntando a acciones emergentes de salvación, que desconocen las acciones anteriores, y las funciones pequeñas, medianas o grandes de otras personas de la misma comunidad o de comunidades distintas.

La unidad en nuestro corazón, como un fundamento de vida, puede trabajar para aceptar a las personas aunque rechacemos sus ideales cuando estos son la antítesis de nuestra fe, como por ejemplo lograr unidad con un ateo, ¿cómo lo haces? No buscas unirte a sus ideales, sino de ningún modo desecharlo. Más bien, darle valor aunque sabes que el mayor daño que recibe su vida viene de sí mismo. Así que en lugar de resguardar tu ideal de la persona, trabajas con sensibilidad para conectarlo con la providencia que necesita; tú lo tomas en cuenta de manera consciente para amarle, y eso justamente es unidad: amor.

El amor guarda la esperanza de ser uno y acciona con fe para que sea un hecho, no como un resultado inmediato, sino como un proceso cíclico que todos al rededor, antes de ti y después de ti, puedan ser influenciados.

«La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.» – Jesús.
S. Juan 17:22 RVR1960
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar